foto Óscar Villeda Esquivel, El cambio de michoacan 10/11/12 |
Presento un fragmento de la crónica realizada para el diario el Cambio de Michoacan (01/11/12) por Óscar Villeda Esquivel que describe las peculiaridades de la fiesta de Todos Santos en las localidades mazahuas de Michoacán.
En Tlalpujahua, sólo la Tenencia de San Pedro Tarímbaro o Tarimangacho de La Estaca, cuartel Tercero, Cuarto y Quinto, mantiene el legado mazahua que aún puede observarse en rituales como Los Voladores de San Pedro Tarímbaro y la puesta de ofrendas en el panteón de la comunidad durante la Noche de Muertos, pero más aún en los hogares, en donde la celebración comienza a partir del 31 de octubre, en la que se recuerda con tamales de dulce y atole a los niños que murieron sin ser bautizados.
La Noche de Muertos en Michoacán se celebra de una manera muy diferente a la del resto del país, se convierte en el alma de milenaria tradición, y si bien se acentúa con mayor énfasis en la zona Lacustre y Pátzcuaro, los mazahuas del Oriente michoacano poseen algunas peculiaridades que rompen con el común de la celebración; en la obra Los mazahuas de Zitácuaro, de Crispín Duarte Soto y Rosa María Alejandra Martínez, se hace mención de peculiares hechos, como lo son la preparación de ramos de flores para la ofrenda a cargo del matrimonio de cada hogar que se ofrecen a Dios y con los que se purifica al resto de la familia.
Se comenta que la ofrenda debe contar con mazorcas prendidas de la caña, “una novedad el uso de estos elementos… pues no hemos tenido conocimiento que se use en otras culturas; asimismo, el día 2 de noviembre, en las casas por la mañana, “un grupo de niños toca la puerta de cada hogar mazahua para despedir y encaminar a los fieles difuntos que se retiran al panteón, su eterna morada… la mujer mazahua los recibe con agrado, les reparte a cada niño una fruta de todas las que hay en la ofrenda, les da un pan, a su vez ellos la depositan en un morral de lana bordado que les cuelga al hombro. Enseguida, la indígena toma de la ofrenda una vela encendida y se la da a un niño, quien encabeza al grupo para encaminar a los difuntos hasta un lindero… los niños que integran al grupo deben ser ajenos a la casa donde van a despedir a los difuntos, pues de lo contrario sería una ofensa”.
Pero también los municipios del Estado de México colindantes con la región Oriente de Michoacán, como San Felipe del Progreso, Villa Victoria, Villa de Allende y Donato Guerra, entre otros, han aportado elementos a esta tradición, como lo es La Santa Rosita, ofrenda en la que se rinde tributo a los cuatro elementos –agua, tierra, aire, y fuego- que son representados con la Estrella del Oriente; se comenta que para la elaboración de la misma se requiere de un tiempo aproximado de doce horas y que todo elemento dentro de la ofrenda será purificado con el apoyo del copal y de los cantos, mientras que las velas denotan el “alumbramiento de las ánimas”.
La Noche de Muertos en Michoacán se celebra de una manera muy diferente a la del resto del país, se convierte en el alma de milenaria tradición, y si bien se acentúa con mayor énfasis en la zona Lacustre y Pátzcuaro, los mazahuas del Oriente michoacano poseen algunas peculiaridades que rompen con el común de la celebración; en la obra Los mazahuas de Zitácuaro, de Crispín Duarte Soto y Rosa María Alejandra Martínez, se hace mención de peculiares hechos, como lo son la preparación de ramos de flores para la ofrenda a cargo del matrimonio de cada hogar que se ofrecen a Dios y con los que se purifica al resto de la familia.
Se comenta que la ofrenda debe contar con mazorcas prendidas de la caña, “una novedad el uso de estos elementos… pues no hemos tenido conocimiento que se use en otras culturas; asimismo, el día 2 de noviembre, en las casas por la mañana, “un grupo de niños toca la puerta de cada hogar mazahua para despedir y encaminar a los fieles difuntos que se retiran al panteón, su eterna morada… la mujer mazahua los recibe con agrado, les reparte a cada niño una fruta de todas las que hay en la ofrenda, les da un pan, a su vez ellos la depositan en un morral de lana bordado que les cuelga al hombro. Enseguida, la indígena toma de la ofrenda una vela encendida y se la da a un niño, quien encabeza al grupo para encaminar a los difuntos hasta un lindero… los niños que integran al grupo deben ser ajenos a la casa donde van a despedir a los difuntos, pues de lo contrario sería una ofensa”.
Pero también los municipios del Estado de México colindantes con la región Oriente de Michoacán, como San Felipe del Progreso, Villa Victoria, Villa de Allende y Donato Guerra, entre otros, han aportado elementos a esta tradición, como lo es La Santa Rosita, ofrenda en la que se rinde tributo a los cuatro elementos –agua, tierra, aire, y fuego- que son representados con la Estrella del Oriente; se comenta que para la elaboración de la misma se requiere de un tiempo aproximado de doce horas y que todo elemento dentro de la ofrenda será purificado con el apoyo del copal y de los cantos, mientras que las velas denotan el “alumbramiento de las ánimas”.